11 diciembre 2008

EL TIGER DE VIMOUTIERS



21 de agosto de 1944. El Tiger I nº 231 (2.Kp. / SS. Pz. Abt. 102) se queda sin combustible durante los combates al sur de Normandía en la carretera N 179, a la salida de Vimoutiers. Su comandante ordena abandonar el carro, repartir la munición en otros de la compañía y volarlo ante la imposibilidad de ser rescatado. La explosión de dos cargas, una en la torreta y otra en el motor, lo inutiliza pero no lo destruye.
Cuando llegan los aliados (concretamente los canadienses de la 2ª División de Infantería) se limitan a dejar expedita la vía, empujando al tanque a la cuneta .

Allí permanecerá, pasando diversas vicisitudes bajo las manos de coleccionistas de recuerdos y chatarreros hasta que la ciudad adquiere el carro a su legítimo propietario en los años 70.
En 1975 adquiere gran publicidad al aparecer en la revista “After the Battle” (nº 8). Por consiguiente, la ciudad decide recuperar la pieza y exponerla a curiosos y visitantes aunque lo desplaza a cierta distancia de donde fue saboteado. Alain Roudeix, ex –maquis y extraordinario coleccionista, se encarga de su restauración. El efecto es impresionante si prescindimos del camuflaje, no original, que cubre el carro. Aunque mantiene el modelo a olas característico del Abteilung, los colores sólo se corresponden por aproximación.
Pero bueno, no todo el mundo tiene la oportunidad de toparse con un auténtico Tiger al girar una pequeña curva de la carretera.
Cuando lo visité, la primera impresión fue de desconcierto. Sabía que estaba allí, lo había leído e incluso llevaba el número de After the Battle en el asiento trasero. Pero no lo imaginaba tan grande, la verdad. Impresiona rodearlo, tocar y apreciar el grosor del blindaje… un monstruo de 57 toneladas y un cañón Kwk 36 L/56 de 88 mm. Hay que tener en cuenta que esta arma podía destruir un carro enemigo con casi un 100% de seguridad a 1.600 metros, distancia que ninguno de sus contrarios podía soñar. Incluso se dio el caso de un T-34 soviético destruido a ¡¡¡3.900 metros!!! (un disparo fortuito, no cabe duda, pero enormemente efectivo para la moral de los combatientes). No sin razón, los manuales de combate del arma blindada norteamericana apuntaban que eran necesarios 4 Sherman para destruir un Tiger… y contar con perder, al menos, 3 de ellos (si eran Sherman Firefly, el único modelo que podía enfrentarse con ciertas posibilidades de éxito al alemán).


Mientras lo contemplaba, una nueva sorpresa. Un Schimmwagen anfibio se detuvo al lado del carro. De él bajó un hombre ya mayor y, no pudiendo resistirme – pues le reconocí por los artículos que había leído sobre él - me presenté y charlamos un rato. Era Alain y el vehículo anfibio era otra joya de su propiedad. Con picardía, levantó un poco la placa de la matrícula trasera y me mostró que conservaba bajo ella la original SS. Al poco, ahíto de tanque y hambriento de otras piezas de colección, me invitó a su casa. ¡Ufff! En un enorme solar anexo guardaba bajo lonas desde cañones de campaña a una Kettenrad y un Jeep en sendos cobertizos y que estaban aún en fase de restauración. Como curiosidad, las lonas que cubrían los cañones, por ejemplo, estaban amarradas con cañones herrumbrosos de ametralladoras MG y minas desactivadas desenterradas por él mismo. Una enorme colección de cachivaches que Roudeix no se cortó en mostrarme respondiendo a las numerosas preguntas que, sobre la marcha, le iba haciendo.
Al caer la tarde me despedí de él. Había sido un día afortunado. Aún me quedaban bastantes kilómetros para volver a Rouen ( donde había establecido mi CG). El coche rodaba por las carreteras del valle de La Falaise donde fue destrozado el ejército alemán en su retirada de Normandía y en su afán por cruzar el Sena.
No imaginaba, esa mañana al salir del hotel rumbo a la bolsa, que en un solo día pudiera contar con las dos experiencias que ese día viví.
Lo cierto es que, si puedo, volveré otra vez a aquella zona, inmenso museo de una de las campañas más importantes de la II Guerra Mundial. Porque pese a las varias jornadas que pasé por allí, me supo a poco, la verdad.

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